Empieza la Semana Santa



(Domingo, 01/04/2012)

El domingo de Ramos empieza la Semana Santa. Los cristianos acompañamos a Jesús que subió a Jerusalén. Nos venimos preparando durante la Cuaresma. En el tiempo de Cuaresma nuestra archidiócesis de Barcelona ha celebrado la Misión Metrópolis, que quería ser una invitación para que los creyentes redescubran la urgencia de vivir el Evangelio y de darlo a conocer a los bautizados que se han alejado de la Iglesia y también a los que todavía no conocen a Jesucristo.
En sintonía con esta iniciativa, quisiera dirigirme a todas las personas a quienes pueda llegar mi voz para que se unan a Cristo en esta Semana Santa y en su culminación, que es la Pascua. En él, Dios se ha acercado a la humanidad y se ha manifestado como Amor. En él, a todo cristiano se le promete una vida en plenitud, que es el don gratuito que Dios nos está dando ya ahora y que nos dará plenamente en la vida eterna. En Cristo se ilumina el misterio del dolor y de la muerte.
Este misterio de muerte y resurrección de Jesucristo que celebramos puede ayudarnos a amar más a los hermanos y a compartir más nuestro tiempo y nuestros bienes con las personas y familias que pasan muchas necesidades a causa de la gran crisis económica que vivimos, apoyando a los enfermos y a las personas que viven solas.
Mientras Jesús subía con sus discípulos hacia Jerusalén les iba explicando en qué consistía dirigirse a aquella ciudad santa. “Entonces –leemos en el Evangelio- empezó a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre sufriera mucho y fuera rechazado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, fuera muerto y, después de tres días, resucitara. Y se lo decía con claridad”.
A Pedro y al resto de discípulos les costó mucho entender este camino hacia Jerusalén y sólo más tarde comprendieron el plan de Dios. También a nosotros nos cuesta. Por eso, no hay amenaza mayor para la Iglesia y para los cristianos que el rechazo de la cruz de Cristo.
San Pablo entendió muy bien el misterio de la cruz como fuente de sabiduría y de vida. Y se dirige a los cristianos de Corinto con estas palabras: “Mientras los judíos piden prodigios y los griegos quieren sabiduría, nosotros predicamos un Mesías crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los otros pueblos; pero para los que han recibido la vocación, un Mesías que es poder y sabiduría de Dios”.
La cruz es el signo de la identidad cristiana. Aunque abominada por muchos, continúa atrayendo a miles y miles de creyentes, quienes –sobre todo el Viernes Santo- se postran para adorar en ella a Aquel que, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre y compartió la muerte para salvar a la humanidad. La cruz es el signo definitivo del amor fiel de Dios a todos nosotros. Por eso, en estos próximos días, podemos hacer nuestra la sencilla y profunda plegaria de san Francisco de Asís: “Te adoramos, Señor, y te bendecimos porque con tu santa cruz has redimido el mundo”. En la Iglesia diocesana de Barcelona, esta memoria de la pasión del Señor siempre ha estado muy presente, como lo demuestra el hecho de que la santa Cruz sea, con santa Eulalia, la titular de nuestra iglesia catedral.
Pero el camino de Jesús hacia Jerusalén no acabó en el Calvario. Jesús murió en cruz y fue sepultado, pero resucitó. Esta es la victoria definitiva que vence al mal, al sufrimiento y a la muerte. Por eso, la cruz, en la vida de la humanidad, es un paso, un tránsito hacia la vida. Y, por ello, la cruz es la fuente de nuestra esperanza.
      
 Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona