(Domingo, 20/05/2012)
Coincidiendo con la solemnidad de la Ascensión del Señor a la gloria,
la Iglesia celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales,
una jornada nacida del Concilio Vaticano II, convocado por el beato Juan
XXIII, concilio de cuyo inicio nos disponemos a celebrar el
cincuentenario el próximo mes de octubre.
Benedicto XVI ha publicado un mensaje para esta jornada que tiene por
lema “Silencio y Palabra: camino de evangelización”. Se trata de un
mensaje bellísimo, centrado en el binomio silencio y palabra. Al
escribir el sustantivo Palabra con mayúscula, el Santo Padre nos
indica claramente que se refiere a la Palabra de Dios; Palabra de Dios
que, para nosotros, los cristianos, es la misma Persona de Jesucristo,
la Palabra definitiva de Dios Padre a la humanidad y el verdadero camino
que nos conduce a la comunión con Dios.
También puede sorprender en el lema de la Jornada el uso de la palabra caminoen
singular, cuando parecería lógico utilizar el plural, como si el
silencio y la Palabra fueran dos caminos para la evangelización.
Benedicto XVI, en el mismo inicio de su mensaje ya lo aclara al afirmar
que su propósito es dar todo su valor al silencio y a la palabra, de los
cuales dice que “son dos momentos de la comunicación que han de
equilibrarse, alternarse e integrarse para obtener un auténtico diálogo y
una profunda proximidad entre las personas”. “Cuando la palabra y el
silencio se excluyen mutuamente –añade-, la comunicación se deteriora,
ya sea porque provoca un cierto aturdimiento o porque, por el contrario,
crea un clima de frialdad; en cambio, cuando se integran
recíprocamente, la comunicación alcanza valor y significado.”
También nos dice el Papa que el silencio es parte integrante de la
comunicación. Los expertos en comunicación aconsejan distinguir muy bien
entre información y comunicación. Actualmente, las personas estamos muy
informadas, incluso superinformadas, en el sentido de que a menudo se
hace difícil poder asumir de una manera crítica y madura la gran
cantidad de mensajes que nos llegan día tras día, a través sobre todo de
los medios actuales de comunicación. Por eso, dice Benedicto XVI, “allí
donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace
esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y
superficial”, hasta el punto de proponer la necesidad de una especie de ecosistema que equilibre silencio y palabra, imágenes y sonidos.
El silencio, en este sentido, se convierte en condición también para
un justo equilibrio psicológico personal, ya que nos propone una
capacidad de austeridad y de distanciamiento de la gran cantidad de
mensajes de todo tipo que nos asedian.
Silencio y palabra son realidades que estamos llamados a integrar en
nuestra vida cotidiana. Pero el lema y el mensaje del Santo Padre añaden
que tanto el silencio como la palabra deben ser un camino de
evangelización, y por ello alaba las iniciativas que, sobre todo en las
redes sociales, permiten a las personas encontrar espacios de silencio,
ocasiones de oración, de meditación y de compartir la Palabra de Dios. Y
Benedicto XVI hace una referencia a estas redes cuando escribe que “en
la esencialidad de breves mensajes, a menudo no más extensos que un
versículo bíblico, se pueden formular pensamientos profundos. En las
distintas tradiciones religiosas la soledad y el silencio son espacios
privilegiados para ayudar a las personas a reencontrarse consigo mismas y
con la Verdad, que da sentido a todas las cosas”, es decir, con Dios y,
para los cristianos, con su Palabra definitiva que es Jesucristo.
Nunca debemos separar el binomio palabra y silencio. Aprender a
comunicar significa aprender a escuchar, a contemplar antes de hablar, y
esto es especialmente importante para los agentes de la evangelización y
para la misma acción comunicativa de la Iglesia.
† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona