Europa ha de redescubrir África


PALABRA Y VIDA (Domingo, 09/12/2012)

África parece lejana, pero nos es geográficamente muy próxima. Sus problemas los vemos sobre todo a través de los emigrantes que, después de un viaje dramático, llegan a nuestras costas buscando un futuro mejor. La pretendidafelicidad de Europa, mostrada por los medios de comunicación, atrae sobre todo a los jóvenes de aquel continente.

Ya en otras ocasiones he hablado de la mala prensa que tiene este continente en los países de Occidente. Parece que los medios sólo muestren imágenes africanas cuando hay corrupción, terrorismo, hambre y enfermedades (con los 24 millones de infectados por el sida). Pero la realidad del continente negro, en cuanto a la vida de sus poblaciones, es muy diferente. África, con sus mil millones de habitantes, es una gran reserva en muchos órdenes, también en el orden de los valores humanos.

Se podrá decir que si África tiene sus problemas, también nosotros, sobre todo con la crisis económica, tenemos los nuestros. Se dice que nosotros no podemos hacer lo que es imposible para unos países a menudo víctimas de la corrupción. Y se nos pide que seamos realistas. Hay que reconocer que el pesimismo es una posición cómoda.

Sin embargo, aceptemos el desafío de ser realistas. El realismo inteligente no equivale a encerrarse en nuestro propio territorio. La crisis de esos países producirá cada vez más emigrantes, que las fronteras no podrán parar. Necesariamente, África será una de las protagonistas del futuro del mundo, tanto por su población joven como por sus recursos en todos los órdenes. Se dice, con razón, que no se trata de un continente pobre, sino de un continente empobrecido, sobre todo por algunos gobiernos de ayer y de hoy. También en este sentido Europa tiene unas responsabilidades que no podemos olvidar.

Hemos de trabajar contra la miseria en el llamado continente de la esperanza. La Iglesia no ha olvidado a África, como lo muestra la activa presencia de tantos misioneros y misioneras, de tantas congregaciones y obras de la Iglesia, que trabajan en los campos de la educación, de la promoción de la mujer, de la sanidad y de la evangelización.

Si en muchos países el cristianismo llegó de la mano del colonialismo, también es cierto que muy pronto se trabajó para poner a la Iglesia en manos de los autóctonos y hoy tenemos una Iglesia verdaderamente africana, enraizada en la cultura de aquellas poblaciones. Esto se puso de relieve sobre todo con ocasión del Sínodo de los Obispos especial para el continente celebrado el año 2009.

Para que cambie nuestra actitud hacia el mundo africano, lo primero que tendríamos que hacer entre nosotros esmejorar su imagen. Sería necesario hacer surgir –o por lo menos hacer resurgir- la simpatía hacia aquellos pueblos, en especial entre los jóvenes, en la escuela y con otras iniciativas. No podemos encerrarnos en nosotros mismos, pensando que estamos ante una pretendida amenaza a nuestro bienestar.

Este sentimiento de simpatía debería ir acompañado de una política inteligente de ayuda al desarrollo de aquellas poblaciones. En un mundo cada día más globalizado e interdependiente, el futuro mejor que queremos no lo podremos hacer los europeos solos.

 Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona