La familia cristiana, fuente de vocaciones


(Domingo, 29/04/2012)

La Iglesia celebra cada año, coincidiendo con el cuarto domingo de Pascua, una Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Los cristianos recordamos muy bien la exhortación de Jesús a sus discípulos: “Rogad al amo de los sembrados para que envíe más segadores.” Tenemos que poner el acento en la palabra de Jesús rogadque pone de relieve la urgente invitación del Señor para que la oración por esta intención sea continua y confiada.

Benedicto XVI ha escrito un rico mensaje con motivo de esta jornada, en el que comenta el lema escogido para este año: “Las vocaciones, don de la caridad de Dios.” Resulta muy comprensible esta gran preocupación del Papa por las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, ya que ésta es una cuestión decisiva para el futuro de la Iglesia.

Toda vocación es una historia de amor. Y sólo puede entenderse plenamente desde la aceptación del amor gratuito de Dios hacia la persona de los llamados. El Santo Padre recuerda una célebre página de las Confesiones de san Agustín, en la que expresa con gran intensidad su descubrimiento de Dios, suma belleza y amor: “¡Tarde te amé, Belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo fuera. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.”

El problema de las vocaciones es sin duda un test sobre la vitalidad de nuestra fe y de nuestras comunidades cristianas. También han podido incidir en la falta de vocaciones las incertidumbres sobre el camino que quería seguir la Iglesia para poder disponer, en el presente y en el futuro inmediato, de un número suficiente de sacerdotes y de religiosos y religiosas al servicio de las comunidades cristianas y de las numerosas obras de la Iglesia. Por eso Benedicto XVI dice en su mensaje para esta Jornada que “es importante que se creen en la Iglesia las condiciones favorables para que puedan aflorar tantos sí en respuesta generosa a la llamada del amor de Dios”.

El Papa hace una invitación, en este sentido, a los obispos, pero también a los presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas, catequistas y responsables de la pastoral vocacional: “Os exhorto con viva solicitud a prestar atención a todos los que en las comunidades parroquiales, las asociaciones y los movimientos adviertan la manifestación de los signos de una llamada al sacerdocio o a una especial consagración.”

En las familias, comunidad de vida y de amor, las nuevas generaciones pueden tener una experiencia admirable del amor oblativo. Ellas, en efecto, no sólo son el lugar privilegiado de la formación humana y cristiana, sino que pueden convertirse en el seminario primero y mejor de la vocación a la vida de consagración al reino de Dios. Es muy necesario que en la Iglesia haya familias cristianas como “casas y escuelas de comunión”, que sigan el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret y donde los hijos entiendan y vivan la vida humana como un don de Dios que hemos recibido para entregarla generosamente siguiendo la vocación que el Señor ha pensado para cada uno.

La familia cristiana ha ofrecido siempre y continúa ofreciendo las condiciones favorables para el nacimiento de las vocaciones. Dando un hijo para que siga la vocación sacerdotal o religiosa, las familias hacen un preciado servicio tanto a la Iglesia como a toda la sociedad. Por eso invito a los padres cristianos a pedir al Señor que, si es su voluntad, llame a un hijo suyo para seguirle en el ministerio sacerdotal o en la vida religiosa. El Señor escucha la oración generosa y confiada de los padres.

† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona