Los santos patrones de Cataluña


(Domingo, 22/04/2012)

Ante la fiesta, en estos próximos días, de San Jorge y de la Virgen de Montserrat, patronos de Cataluña, vienen a mi memoria estas palabras de san Pablo dirigidas a su discípulo Timoteo, que era obispo de la ciudad de Éfeso: “Os exhorto a elevar plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad.” Y el apóstol añade: “Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador.”

Si tenemos en cuenta las orientaciones que nos da la doctrina social de la Iglesia, el buen y eficaz funcionamiento de las instituciones autonómicas tiene una clara dimensión ética y moral. En la situación actual se plantean dificultades a muchas familias, a muchos trabajadores, a muchas empresas. Pienso sobre todo en el problema del paro, que ya ha superado los cinco millones de afectados en el conjunto del Estado, problema que se agrava entre los jóvenes, colectivo en el que el paro alcanza al 50% de los que están en edad laboral.

La Iglesia, por una parte, debe abstenerse de interferir en política. La organización de la sociedad y de sus instituciones es una responsabilidad de los políticos y de los ciudadanos, como recordó Benedicto XVI en su primera encíclica Dios es amor.Afirma que “la Iglesia no puede ni ha de emprender por su cuenta la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. La sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la política”.

Sin embargo, la Iglesia –añade el Papa en su encíclica- “tampoco puede ni debe quedarse al margen de la lucha por la justicia. Ha de insertarse en ella mediante la argumentación racional y debe desvelar las fuerzas espirituales sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede afirmarse ni prosperar”. La Iglesia trabaja por la justicia esforzándose en abrir la inteligencia y la voluntad de las personas a las exigencias del bien.

Y también trabaja por la justicia dando ejemplo y esforzándose en ser solidaria en nuestra sociedad, sobre todo en estos momentos de crisis económica profunda y prolongada. No se trata sólo de palabras o de buenos propósitos, sino de hechos que responden a uno de los tres objetivos prioritarios del Plan Pastoral Diocesano que ahora aplicamos en la archidiócesis de Barcelona, que tiene por enunciado La solidaridad, expresión de la fe cristiana. He comentado este objetivo en un capítulo de la última carta pastoral titulado “La solidaridad, expresión de nuestro amor y de nuestra fe”.

Una evangelización sincera y coherente debe conducir a la solidaridad. Y puedo afirmar que en buena medida ya se está haciendo. Las 220 parroquias de nuestro arzobispado, ante la crisis, atienden a un promedio de 150 familias cada una, lo que suma un colectivo de unas 150.000 personas atendidas en sus necesidades básicas, como por ejemplo la alimentación. Como escribía en la carta pastoral mencionada, titulada Nueva evangelización y solidaridad, “me complace agradecer el aumento de la solidaridad por parte de las parroquias, Cáritas, congregaciones religiosas, instituciones eclesiales y muchísimas personas que, como voluntarios o donantes, han hecho y hacen posible aliviar el sufrimiento de muchas personas y familias”. La crisis, por desgracia, continúa. Nos dicen que éste es uno de los años más difíciles de toda la crisis. Por ello, continúa siendo muy urgente nuestra solidaridad efectiva con Cataluña y con los problemas de sus ciudadanos y ciudadanas. Este es el compromiso que hemos de renovar en la fiesta de los santos patrones del Principado.


       Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona