Llamados a ser misoneros de la fe


PALABRA Y VIDA (Domingo, 21/10/2012)

La Iglesia católica celebra hoy en todo el mundo el Domingo Mundial de la Propagación de la Fe, conocido entre nosotros, de forma abreviada, como la Jornada del Domund. Este año, por razón de las circunstancias que rodean este día, tiene como lema el de "Misioneros de la fe".


La celebración del Domund de este año adquiere un significado especial a causa de la conmemoración del quincuagésimo aniversario del Concilio Vaticano II, la apertura del Año de la Fe --iniciado el pasado día 11 de octubre- y el Sínodo de los Obispos, que celebra este mes su decimotercera asamblea ordinaria y que está estudiando el tema de "La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana". Los obispos que estamos en Roma para participar en los trabajos de esta asamblea sentimos vivamente --como todos los demás obispos del mundo- la responsabilidad de llevar el anuncio de Jesucristo a todos aquellos hombres y mujeres del mundo que todavía no lo conocen o que, habiéndolo conocido, se han alejado de la Iglesia y de la vida cristiana.

Esto es lo que llamamos la pastoral evangelizadora, que equivale a responder de manera efectiva a aquel imperativo que Pablo VI formuló de una manera muy clara en un documento que es todavía muy actual, la exhortación Evangelii nuntiandi, que hizo público poco después del Concilio Vaticano II: "La Iglesia existe para evangelizar".

Podemos decir que esta preocupación evangelizadora ha sido una constante en la vida de la Iglesia, especialmente desde el Concilio Vaticano II hasta hoy. Este Concilio dedicó a la actividad misionera de la Iglesia uno de sus decretos, en la redacción del cual tuvo una especial intervención el que entonces era un joven y acreditado teólogo y profesor en Alemania, de nombre Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI. El decreto conciliar llamado "Ad gentes" -es decir, "A los pueblos"- comienza con estas palabras: "La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para ser sacramento universal de salvación, por exigencia íntima de su misma catolicidad y obedeciendo al mandato de su Fundador, se esfuerza por anunciar el Evangelio a todos los hombres".

"Los hombres que esperan a Cristo son todavía un número inmenso", dijo Juan Pablo II, haciéndose eco de la intención profunda del Concilio Vaticano II en su encíclica Redemptoris missio, dedicada a la validez y a la actualidad del mandato misionero de Jesucristo. En esta encíclica también decía: "No podemos permanecer tranquilos, pensando en los millones de hermanos y hermanas, redimidos también por la sangre de Cristo, que viven sin conocer el amor de Dios".

Y Benedicto XVI, en el mensaje para el Domund, nos ha dicho que "hoy como ayer, Jesucristo nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra. A pesar de las dificultades que encuentra hoy esta misión, hemos de esforzarnos por vivir el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas, que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el Evangelio a todo el mundo entonces conocido mediante su anuncio y su testimonio". Este es también el espíritu que se respira en la actual asamblea sinodal

Nuestra Iglesia particular de Barcelona desea también sintonizar con esta preocupación de la Iglesia universal, manifestada por las palabras del Santo Padre y de los obispos del Sínodo. Con este espíritu, con ocasión del Domund, tengamos presentes, con nuestra plegaria y nuestra ayuda, a los misioneros y las misioneras. Este colectivo nos honra a todos los hijos e hijas de la Iglesia, porque nos dan ejemplo de un trabajo generoso para anunciar a Jesucristo y su Evangelio a todos los pueblos de la tierra. Ellos y ellas son los principales "misioneros de la fe".

† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona