Visitamos al Papa Francisco


PALABRA Y VIDA (Domingo, 19/05/2013)

Después de la Pascua florida celebramos la Pascua granada. El día de Pentecostés se cumplió la promesa de Jesús: los apóstoles recibieron el don del Espíritu Santo. La venida del Espíritu Santo significa la transferencia que Jesús hace de su Espíritu y de su misión a la Iglesia, que comienza su expansión el día de Pentecostés.

Jesús resucitado se apareció a los apóstoles y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo". Y de esta manera se fue realizando la obra de la salvación de Jesucristo en todas partes y para siempre. El Concilio Vaticano II nos recuerda que "el Espíritu Santo unifica a toda la Iglesia en la comunión y en el misterio, la enriquece con sus dones jerárquicos y carismáticos, vivificando, como si fuese su alma, a las instituciones eclesiásticas y haciendo presente en el corazón de los fieles el mismo espíritu misionero que impulsó Jesucristo en persona".

El Espíritu vivifica a la Iglesia, la rejuvenece y la prepara para la misión, abierta siempre a renovarse y a adaptarse a las necesidades de cada tiempo con el fin de responder a los signos de los tiempos. San Agustín afirmaba que "lo que es el alma para el cuerpo, lo es el Espíritu Santo para el cuerpo de Cristo que es la Iglesia".Y añadía: "El Espíritu Santo realiza en toda la Iglesia aquello que el alma realiza en todos los miembros del cuerpo".

El Espíritu Santo es el principio vital de la Iglesia. Él renueva constantemente al Pueblo de Dios. Él suscita siempre nuevos frutos en las comunidades cristianas y nuevas respuestas a los retos actuales. Él hace que la Iglesia sea, en cada momento y en cada lugar, un signo claro y eficaz del amor de Dios a todos. Sin la acción interior del Espíritu, que abre los corazones a Jesucristo y a su Evangelio, no puede llevarse a cabo una evangelización eficaz. Esto es especialmente urgente que lo vivamos en este Año de la Fe que estamos celebrando. 

Benedicto XVI, en la carta que publicó para la celebración del Año de la Fe, nos invitaba a anunciar a todos sin temor la propia fe y nos recordaba que "es el don del Espíritu Santo el que nos hace capaces de realizar la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso". 

Nuestra archidiócesis vive este Pentecostés peregrinando a Roma, donde visitaremos al nuevo papa Francisco. De esta manera, celebraremos también el Año de la Fe, rezando el Credo en la basílica de San Pedro, ante el sepulcro del primero de los Apóstoles de Jesús. El número de personas que viviremos esta peregrinación ya se completó hace unos meses, pero pido a todos los diocesanos que se quieran unir a los peregrinos en espíritu y haciendo también una profesión del símbolo de la fe, como nos pidió Benedicto XVI y ahora nos pide el nuevo Santo Padre.

+ Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona