Acoger, dialogar y acompañar


PALABRA Y VIDA (03/11/2013)

Dedico este comentario a la segunda parte de la carta pastoral Vivir la fe y edificar la comunidad cristiana, que he publicado el 24 de septiembre, fiesta de la Virgen de la Merced. Con este comentario deseo presentar la segunda parte de la carta, dedicada a la manera de poner en práctica los objetivos del Plan Pastoral, que debe inspirar la actividad diocesana.

Hablé en el anterior comentario de la necesidad de vivir la fe en el seno de una comunidad cristiana. Pero, como nos dice a menudo el papa Francisco, la comunidad no ha vivir en una especie de narcisismo colectivo. No debe mirarse sólo a sí misma, con una mirada cerrada, convertida ella misma en su única finalidad. Autorreferencial es el término que usa el Papa, como ya lo hacía cuando era arzobispo de Buenos Aires. Otra expresión - esta más gráfica- es que desea que en estas comunidades haya pastores "con olor a oveja", que no tengan miedo de ir hacia las periferias humanas, tanto las geográficas como las existenciales.

Ir a las periferias nos pide sobre todo, a los servidores de la fe del pueblo de Dios, "acoger, dialogar y acompañar", que es el título de uno de los capítulos de la carta pastoral, cuya segunda parte está precisamente dedica la a los tres objetivos de nuestro Plan Pastoral: el anuncio de Jesucristo hoy, la pastoral de la iniciación cristiana, la solidaridad como expresión de la fe. De acuerdo con el tema central de toda la carta -que es la dimensión eclesial de la fe-, remarco la dimensión comunitaria y eclesial de cada uno de estos tres objetivos y propongo unas actuaciones a partir de unas realidades positivas que ya trabajan en nuestro arzobispado.

Evangelizar -el primero de los objetivos- es dar testimonio de Jesucristo y debemos hacerlo eclesialmente, en comunión con la Iglesia y sus pastores. Aquí recomiendo a los diocesanos -parroquias, movimientos y entidades cristianas de todo tipo- que quieran enviar a algunos de sus miembros a seguir las sesiones de la Escuela Diocesana de Evangelización, la más joven de nuestras instituciones diocesanas, en la que tengo puesta muchas esperanzas .

Con respecto al segundo objetivo -la iniciación a la fe-, en la carta pastoral propongo centrar nuestra atención en lo que llamamos la catequesis familiar. Será objeto de revisión constante durante este curso en el trabajo de los más inmediatos responsables de orientar la pastoral diocesana. Revisaremos de forma periódica y con realismo los contenidos de la pastoral de la iniciación cristiana que hacemos para ver qué haría falta mejorar. Continuaremos consolidando el Servicio Diocesano para el Catecumenado, que es un plan de preparación de los adultos que piden el bautismo y que cada vez es más necesario.

Sobre el tercer objetivo -la solidaridad de los cristianos en estos momentos de crisis- me hago eco de la enseñanza de la primera encíclica del papa Francisco cuando dice que la fe es un bien para todos, es un bien común que no sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá, sino que nos ayuda también a edificar nuestras sociedades para que avancen hacia el futuro con esperanza. En este contexto, pido una vez más la colaboración de los cristianos con Cáritas, con las Cáritas parroquiales y con las muchas iniciativas de solidaridad que llevan a cabo numerosas instituciones religiosas y civiles. Nuestra sociedad vive un despertar de la solidaridad. Es una gran esperanza. Cuando Benedicto XVI vino a Barcelona nos pidió que fuéramos constantes en la práctica de la solidaridad, manifestando así que "la caridad es el distintivo de nuestra condición cristiana".

Hay que remarcar que es toda la comunidad diocesana, presidida por el obispo, la que realiza este servicio de solidaridad, haciendo patente -con obras y no sólo con palabras- la dimensión comunitaria y eclesial de nuestra fe.

+ Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona