La dimensión eclesial de la fe



Palabra y vida (24/11/2013)

Este domingo, fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, acaba el Año de la Fe que promulgó e inició Benedicto XVI el día 11 de octubre de 2012, recordando el inicio del Concilio Vaticano II, y que se clausura con el papa Francisco. Termina el Año de la Fe pero continúa el compromiso de la fe, el compromiso de vivir como cristianos en medio del mundo de hoy.

Como continuación de la carta pastoral titulada Hombres y mujeres de fe, que publiqué al comienzo del curso pasado, este año he dedicado una nueva carta al tema de la fe, pero con una relación especial con la Iglesia y con la comunidad cristiana. Lleva como título Vivir la fe y edificar la comunidad cristiana.

Hoy más que nunca, para vivir la fe, es imprescindible el apoyo y el clima que puede aportar una verdadera comunidad cristiana. Y la primera y más grande comunidad cristiana es la Iglesia. Ella es la madre de nuestra fe.

¿Qué significa creer eclesialmente? Creer eclesialmente quiere decir que el creo es, de hecho, un creemos: el yo de la confesión de fe cristiana no es el yo aislado de la persona, sino el yo comunitario de la Iglesia. Cuando digo yo creo, esto quiere decir que supero las fronteras de mi subjetividad aislada y me integro en el sujeto común que es la Iglesia.

El acto de fe cristiana es siempre un acto que hago en Iglesia y que me sitúa en la comunión de la Iglesia. Por eso el acto de fe implica un estar en la Iglesia, un vivir en ella y, en definitiva, un sintonizar o sentir con ella.

Hay un texto muy claro en este sentido. Es de Benedicto XVI en la carta en la que proponía la celebración del Año de la Fe. Dice así: "Creer no es un hecho privado. Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar que creer es un hecho privado..., la misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, que es el signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación".

La encíclica del papa Francisco publicada con motivo del Año de la Fe, titulada Lumen fidei --La luz de la fe--, afirma claramente que la vida de fe se da en un ámbito comunitario y tiene un fundamento comunitario. Así se puede comprender la gran importancia de edificar hoy y de poder disponer de unas comunidades cristianas que lo sean verdaderamente.

Esta visión nos puede ayudar mucho a vivir más conscientemente nuestra fe. Hoy predomina, también en el ámbito de la creencia, una visión individualista. Pero este planteamiento nos cierra a la riqueza e incluso al consuelo de la visión más comunitaria, en la que alcanzan su verdadero sentido la liturgia y los sacramentos, sobre todo el bautismo y la eucaristía.

Una sentencia clásica en teología dice que lex orandi , lex credendi , es decir, la ley o la norma de la oración es la ley o la norma recta de la fe. De hecho, vivimos así nuestra condición de creyentes, confesando la fe y orando con los hermanos y las hermanas en la comunión de la Iglesia. En la liturgia de la misa, encontramos una oración bellísima dirigida al Señor que dice así: "No mires nuestros pecados, sino la fe de la Iglesia". La Iglesia se propone ser una comunidad que acoge, dialoga y acompaña a los que confían encontrar a Jesucristo. No se considera una comunidad de selectos o de perfectos, sino de pecadores redimidos y perdonados por Cristo. Por eso --como nos dice con frecuencia el papa Francisco-- debe ser siempre y ante todo una comunidad de perdón y de misericordia.


+ Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona