El miércoles pasado empezamos la Cuaresma con el rito tradicional de la imposición de la ceniza. Este gesto va acompañado de unas palabras evangélicas que son un resumen del tiempo que hemos iniciado: "Convertíos y creed en el Evangelio"
El tiempo de Cuaresma es un camino hacia la Pascua pasando por la Pasión y la Cruz. Quien quiere ser discípulo de Jesucristo "debe tomar su propia cruz y seguirle". El cristiano debe aceptar, como el Maestro, que es necesario que el grano de trigo caiga en la tierra y muera para que sea fecundo. Son las palabras de Jesús. Es la realidad diáfana de la vida.
Por eso la conversión que tenemos que hacer especialmente en Cuaresma es progreso y crecimiento humano y cristiano, ya que consiste fundamentalmente en morir a nuestro egoísmo y abrirnos al amor. Este es el camino de la vida, de la alegría y de la felicidad verdadera, aunque parezca una paradoja morir a uno mismo para vivir, darnos para poder reencontrarnos, empobrecernos para poder enriquecernos.
Una de las expresiones que el papa Francisco utiliza más a menudo es la de salir de uno mismo, o bien la del éxodo de sí mismo. Según el papa Francisco, el éxodo de sí mismo es el movimiento que debe caracterizar la vida del cristiano y, por extensión, la misma vida eclesial. Se trata de salir de uno mismo para llegar a donde está el otro para aliviar su sufrimiento y velar para que pueda desarrollarse plenamente como ser humano.
El papa Francisco nos invita a vivir nuestro propio éxodo, a comprometernos activamente en las realidades mundanas para transformarlas. Frente a la pasividad y el cansancio, exhorta a actuar especialmente en lo que él llama las periferias de la existencia, las geográficas y las existenciales.
El éxodo de sí mismo es un movimiento de descentramiento de nuestro ego para poner a Cristo en el centro. El tiempo de Cuaresma nos pide vivir momentos de desierto en medio del ruido y el frenesí de nuestro mundo. Nos pide crecer en el silencio y en la interioridad y vivir ratos de lectura contemplativa de la Palabra de Dios, ratos de oración sin perder nunca la esperanza.
† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona