Este día 27 de abril, que nos trae la memoria de la Virgen de Montserrat, patrona de las diócesis de Cataluña, se celebra en Roma la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, dos sucesores de san Pedro que influyeron mucho en la vida de la Iglesia y del mundo de su tiempo, cada uno de ellos con su propio carisma.
Me complace recordar, especialmente en este día, que ambos visitaron el santuario del monasterio de Montserrat y rezaron ante la sagrada imagen de la Moreneta. Juan XXIII, siendo patriarca de Venecia, en julio de 1954, Año Jacobeo, peregrinó a Santiago de Compostela, y de regreso pasó por Montserrat, Manresa y Barcelona. Los que acompañaron al cardenal Roncalli en su visita a Montserrat recuerdan que hablaba con gran animación y cordialidad, pero al llegar al camarín se arrodilló y estuvo un largo rato en oración. Cuatro años más tarde, fue elegido Papa.
Juan Pablo II oró ante la Virgen de Montserrat ya siendo Papa, el 7 de noviembre de 1982, durante su primer viaje a España. La climatología del día no acompañó nada su visita al santuario, pero el Papa polaco hizo un canto a Montserrat como meta de peregrinaciones y recordó los nombres de algunos de los santos que habían orado ante la sagrada imagen, "sin olvidar a aquel soldado que, depuestas sus armas a los pies de la Moreneta, bajó de la montaña para fundar la Compañía de Jesús".
El pontificado romano de Juan XXIII, elegido a los 77 años, fue breve, de cuatro años y medio. Quien fue llamado Papa de transición hizo la gran transición de la Iglesia con el Concilio Vaticano II, iniciativa suya que presidió en sus inicios y que fue continuada por Pablo VI. Juan XXIII ha pasado a la historia de la Iglesia también por una de sus encíclicas, la Pacem in Terris, publicada dos meses antes de morir. Fue la encíclica de los derechos humanos y de la paz, y como el testamento para el mundo del Papa bueno, cuya muerte fue llorada por creyentes y no creyentes.
El pontificado del Papa polaco, elegido a los 58 años, fue mucho más largo: de casi veinte y siete años (1978-2005). El arzobispo de Cracovia se dio en cuerpo y alma al cumplimiento de su nueva misión. Su personalidad de resistente frente a las ideologías contrarias a la fe dio un estilo muy propio y muy humano a su pontificado, y le mereció un prestigio y una autoridad moral a nivel mundial. Hizo una síntesis nueva entre la confesión de Dios y el servicio al hombre, entre teocentrismo y antropocentrismo, trabajando incansablemente para integrarlos y reconciliarlos. En su primera encíclica, Redemptor hominis, proclamó que "el camino de la Iglesia es el hombre".
Hoy es un día para dar gracias a Dios por estos dos grandes pontífices, que son ejemplo de santidad para todos los hijos y las hijas de la Iglesia, y para desear que sean intercesores ante Dios para obtener la paz en todo el mundo.
† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arquebisbe de Barcelona