El beato John Henry Newman, que fue cardenal de la Iglesia y un teólogo eminente, escribió estas palabras: " El cristianismo es una persona, y no cualquier persona sino la persona de Jesucristo; el cristianismo es Cristo". Por esto, el tiempo de Cuaresma es un tiempo muy propicio para preguntarnos: ¿qué concepto tenemos de Jesucristo? ¿Lo conocemos de verdad? Los hombres nos hemos hecho diferentes conceptos de Cristo. Así, lo hemos considerado como hijo de Dios o como el Mesías prometido o como uno de los grandes maestros de la moral humana o como un revolucionario de su tiempo, etcétera.
La fe de la Iglesia nos invita a descubrir en Jesús de Nazaret al verdadero Hijo de Dios hecho hombre. Así lo profesamos y así lo confesamos los cristianos, esforzándonos en seguir su camino con amor y fidelidad. En la exhortación del papa Francisco titulada La alegría del Evangelio hay una clara insistencia en poner a Jesucristo en el centro de la vida cristiana y en el centro de la reforma de la Iglesia. Francisco lo hace diciendo: "Dios se nos ha manifestado en Jesucristo. No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: 'No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva'."
"Sólo gracias a este encuentro o reencuentro con el amor de Dios -añade Francisco- que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad". Este término es muy frecuente en el pensamiento del papa Francisco, ya desde los tiempos en que era arzobispo de Buenos Aires. Para él tiene este sentido: que la Iglesia no debe ser el centro de sí misma sino que se debe descentrar para centrarse en Jesucristo y evitar toda tentación de narcisismo y de autocomplacencia.
La Iglesia existe para dar a Jesucristo, fuente de gracia y de perdón para el mundo. En medio de la creciente indiferencia religiosa que hay hoy en nuestros ambientes, no faltan personas que buscan la verdad, que tienen sed de sentido, que tienen sed de Dios, el único absoluto. La salvación que nos trae Jesucristo es una salvación trascendente, que comienza en esta vida y la hace más humana, pero que tiene su cumplimiento en la eternidad.
† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arquebisbe de Barcelona