En la Pascua del año pasado, el papa Francisco inició su mensaje a la ciudad de Roma y al mundo con estas palabras: "Es una gran alegría para mí poderos hacer este anuncio: ¡Cristo ha resucitado! Quisiera que llegara a todas las casas, a todas las familias, especialmente allí donde hay más sufrimiento, a los hospitales, a las cárceles... Quisiera que llegara sobre todo al corazón de cada uno, porque es allí donde Dios quiere sembrar la Buena Nueva: Jesús ha resucitado, hay esperanza para ti, ya no estás bajo el dominio del pecado, del mal. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia. La misericordia de Dios siempre vence."
La resurrección de Jesús no es un hecho marginal de la fe cristiana, sino que constituye su núcleo central mismo. Por eso, san Pablo lo expresa con toda claridad cuando afirma: "Si Cristo no hubiera resucitado, sería sin objeto nuestra fe, lo sería también nuestra predicación". Como nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, "la resurrección es, sobre todo, la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó".
A los apóstoles, al principio, les costó creer en la resurrección de su maestro. El impacto de la pasión y muerte en la cruz había sido un traumatismo muy fuerte para ellos. Los evangelistas nos cuentan numerosas manifestaciones sensibles de Cristo resucitado, como las apariciones al grupo de los doce, entre otras. Y Pedro, en casa del centurión Cornelio, dirá: "Nosotros hemos comido y bebido con Él después de haber resucitado de entre los muertos".
Podríamos hacer esta suposición: los cristianos de hoy preguntan a la comunidad de los apóstoles: "¿Quién se ha manifestado en la Pascua? ¿Cuál es nuestra fe? Y la comunidad apostólica responde: "Es el Jesús viviente quien se ha manifestado, se ha dejado ver y nos ha acompañado hasta convertirnos". Y todavía añade: "Nosotros creemos que Cristo ha resucitado de entre los muertos y que vive para siempre en Dios, el Padre, dándonos el Espíritu Santo de la conversión y de la vida."
En su resurrección, Jesucristo manifiesta su victoria sobre la muerte y nos hace partícipes de ella. Como dijo el papa Francisco en su primer mensaje pascual, "Jesús no ha vuelto a su vida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en la vida gloriosa de Dios, y ha entrado en ella con nuestra humanidad, nos ha abierto un futuro de esperanza".
He aquí lo que es la Pascua: el paso del hombre de la esclavitud del pecado y del mal a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria, como escribió san Ireneo de Lyon, somos nosotros: "La gloria de Dios es el hombre viviente". La Pascua es un estallido de vida y de esperanza.
Compartiendo esta esperanza, os deseo a todos una santa y gozosa Pascua de resurrección.
† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arquebisbe de Barcelona