Contemplativos entre nosotros - 15 de junio de 2014


Los contemplativos viven entre nosotros. Su estilo de vida lo vemos muy poco. Ellos y ellas han hecho opción por el silencio y la oración en su entrega a Dios. La vida de los contemplativos y las contemplativas --los monjes o monjas, como decimos popularmente-- suscita curiosidad en muchas personas de esta sociedad nuestra tan secularizada, que se pregunta quiénes son, cómo viven, por qué han hecho esta opción.

En el domingo de la Santísima Trinidad --el domingo especialmente centrado en el misterio de Dios-- tenemos cada año un recuerdo para los contemplativos y las contemplativas que tenemos entre nosotros, en los monasterios y también en la vida de cada día, aunque esta sería otra cuestión, pero importante porque todos los cristianos estamos llamados a ser de alguna manera contemplativos en medio de la vida de cada día.

Por ello, es un enriquecimiento espiritual para todos que haya hombres y mujeres que se sienten llamados a dedicar la mayor parte de su vida a la oración, al trabajo y a la comunidad en el seno de un monasterio. Son personas que han tomado esta decisión para toda la vida y son muy felices.

Tenemos pocas vocaciones, pero es muy significativo que entre las vocaciones religiosas de la juventud de hoy no falten las opciones para la vida contemplativa. Los chicos y las chicas que Dios llama a esta vocación son jóvenes que aman la vida, son solidarios con los hermanos y están comprometidos en la transformación del mundo. La vida contemplativa en un monasterio no es de ninguna manera una evasión del mundo, un desentenderse de la sociedad. La vida contemplativa es expresión del amor a Dios y no se puede amar auténticamente a Dios sin amar a la humanidad.

¿Habéis visitado alguna vez una comunidad contemplativa? Es una buena experiencia, y nuestros monasterios tienen a menudo un carisma de acogida muy abierto a los hermanos y las hermanas en la fe que viven en el mundo. Acuden a ellos jóvenes que buscan silencio y aislamiento para preparar exámenes o estudiar con especial intensidad; y en algún caso, después, han pedido formar parte de la comunidad... Es una buena experiencia que interpela y puede suscitar muchas preguntas como éstas: ¿qué valor damos a Dios en nuestra vida? ¿Qué relación creemos que existe entre Dios y la creación, entre Dios y la vida? ¿Qué valor damos a la oración y al silencio en nuestra vida personal y familiar?

Los contemplativos y las contemplativas son muy necesarios para la Iglesia y para la sociedad. Aunque parezca una paradoja, desde el monasterio están muy cerca de las necesidades eclesiales y de las inquietudes, tristezas y sufrimiento de los hombres, sus hermanos. Viven con los ojos puestos en él y con el corazón abierto a las necesidades de los hermanos; un corazón que, haciéndose oración, hace que ésta sea más apostólica y convierta su vida en colaboración a la redención del mundo. Este es un testimonio que puedo dar después de visitar estas comunidades, sobre todo con ocasión de la llamada visita pastoral a estos hermanos y hermanas que tanto nos enriquecen espiritualmente a todos.


† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arquebisbe de Barcelona