El respeto a la integridad de la creación


PALABRA Y VIDA (Domingo, 29/07/2012) 

El verano nos acerca más a la naturaleza. Las vacaciones –si estamos en condiciones de poder hacerlas- nos lo posibilitan y hacen más fácil. Al contemplar la belleza que Dios ha creado somos más sensibles a la ecología. El hombre puede vivir gracias a los elementos que integran nuestro planeta: minerales, animales, agua, aire y un larguísimo etcétera.

No cabe duda de que es necesario, hoy y siempre, armonizar desarrollo y ecología. Juan Pablo II nos recordó que “el carácter moral del desarrollo no puede prescindir del respeto a los seres que constituyen la naturaleza visible que los griegos, aludiendo precisamente al orden que los distingue, llamaron  cosmos.

Y Benedicto XVI, en su encíclica social  Caritas in veritate recuerda que el tema del desarrollo queda actualmente unido a los deberes que nacen de la relación del hombre con el medio ambiente. El medio ambiente –dice el Papa- es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad hacia los pobres, las generaciones futuras y la humanidad entera.

El creyente reconoce en la naturaleza el resultado maravilloso de la intervención creadora de Dios, que el hombre puede utilizar con responsabilidad para satisfacer sus necesidades –materiales e inmateriales- respetando siempre el equilibrio inherente a la misma creación. La visión del cosmos como creación de Dios es muy importante. “Si esta visión desaparece –afirma Benedicto XVI- se acaba considerando la naturaleza como un tabú intocable o, por el contrario, se cree que se puede abusar de ella. Ambas posiciones no son conformes con la visión cristiana de la naturaleza, fruto de la creación de Dios.”

Se hace del todo necesario y urgente llegar a la convicción de la limitación de los recursos naturales, algunos de los cuales no son renovables. Usarlos como si fueran inagotables, con dominio absoluto, pone seriamente en peligro su futura disponibilidad, no sólo para nuestra generación sino también y sobre todo para las futuras.

Cuando el hombre está dominado por el deseo de tener y de disfrutar, por encima de ser y de crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y también de su propia vida. No puede ser que nuestro egoísmo prive a los demás de aquello que también es o será suyo. El cosmos es patrimonio de todos por voluntad de Dios, su Creador.
La crisis actual, entre otras lecciones, nos recuerda que el desarrollo y la economía han de respetar las exigencias éticas. Es un error pensar que los hombres somos los amos de todo, olvidando que tan sólo somos los administradores.

Desde el punto de vista cristiano, se aplica a la ecología la expresión de “respeto a la integridad de la creación”. El espíritu de san Francisco de Asís, lleno de amor a Dios y a todas las criaturas, se hace hoy muy necesario para lograr una auténtica y eficaz ecología.

       † Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona