PALABRA Y VIDA (Domingo, 09/09/2012)
Con el mes de septiembre se reinicia la vida normal en
muchas familias, con el retorno de niños y jóvenes a las instituciones
docentes. Se reemprenden también los compromisos habituales en las
parroquias y en otras instituciones cristianas. Empieza un nuevo curso escolar
y se inicia también un nuevo curso pastoral. ¿Con qué perspectivas debemos
plantear las actividades eclesiales de los próximos meses?
Las pautas para el nuevo curso tienen una prioridad clara dada
por el mismo Papa desde que proclamó un especial Año de la Fe que empezará el
próximo 11 de octubre y acabará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del
universo, el 24 de noviembre del 2013. El próximo 11 de octubre se celebra el
cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y
también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia católica,
auténtico fruto del mismo Concilio, promulgado por el beato Juan Pablo II.
Además, a partir del día 7 del próximo octubre, se reunirá en Roma el Sínodo de
los obispos para estudiar el tema “La Nueva Evangelización para la transmisión
de la fe cristiana”.
Todos estos eventos tiene un punto central común: la
propuesta de la fe cristiana al mundo de hoy, aquello que en la terminología
cristiana denominamos “evangelización”. Tal propuesta responde a la
constatación de una realidad bastante evidente: la crisis de la fe sobre todo
en las naciones europeas. En el discurso pronunciado ante la Curia romana, el
22 de diciembre de 2011, Benedicto XVI hizo una constatación muy realista sobre
esta crisis de fe, tan evidente en Occidente. Afirmó que no sólo los fieles
creyentes sino también personas ajenas a la Iglesia observan con preocupación
que quienes regularmente acuden a la iglesia son cada vez más mayores y su
número disminuye continuamente, y que crecen tanto el escepticismo como la
incredulidad. Benedicto XVI se preguntaba: “¿Qué hacer ante tal situación?”.
Y reconocía que hay una infinidad de discusiones sobre lo
que conviene hacer para invertir esta tendencia. Su respuesta era que “el
núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es la crisis de fe” y que “si no
hallamos una respuesta para esta crisis, si la fe no adquiere una nueva
vitalidad, una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con
Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces”.
En la visión realista de Benedicto XVI, la fe es el núcleo
del problema y el principio de la respuesta con qué afrontarlo. El primer
anuncio de convocar un Año de la Fe lo hizo el Santo Padre el 16 de octubre del
año pasado, en la homilía de la misa que celebró con los participantes en el
primer Encuentro Internacional de Nuevos Evangelizadores. Aquel mismo día, a la
hora del Ángelus, recordando al beato Juan XXIII que convocó el Vaticano II, y
a Pablo VI quien en 1967 había convocado también un Año de la Fe, en el décimo
noveno centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo, añadió que era
oportuno ahora “volver a evocar la belleza y la centralidad de la fe, la exigencia
de fortalecerla y profundizarla tanto a nivel personal como comunitario”.
Este es el objetivo fundamental del Año de la Fe que nos
disponemos a iniciar muy pronto. Hace ya meses nombré una comisión diocesana
que nos ha ayudado a preparar un programa para nuestra archidiócesis de
Barcelona. Este programa coincide plenamente con los objetivos de nuestro Plan
Pastoral que pretende enriquecer nuestra fe y comunicarla a los hombres y
mujeres que nos rodean.
† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona
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